Hoy me quiero ocupar de una actitud frecuente en todas las organizaciones, que me he encontrado con motivo de las reivindicaciones feministas y que se hace más patente al acercarse la fecha del 8 de marzo ante la huelga feminista y las distintas manifestaciones convocadas.
Se trata de la actitud del “pececito con la boca abierta”, de aquellas mujeres que dicen muy dignas y serias, y hasta levemente enfadadas cosas como: “el feminismo no me representa”, “no me gustan las feministas”, “las manifestaciones no valen para nada”, “no me gustan las personas que protestan”, “el feminismo divide”, “se está politizando el feminismo hacia la izquierda radical”, o buscan cualquier mínima pega en la actuación de alguna organización feminista, alguna cosa nimia de una vez en su historia para jutificar que no van a participar en ninguna actuación reinvidicativa, pero que, por otra parte, asumen con gozo (gozo íntimo, claro, no lo pueden manifestar) y sin protesta alguna, las conquistas de las mujeres que se significan, se comprometen, se manifiestan, asumen riesgos y luchan.
Se trata de opiniones, muy respetables, claro que sí, pero muy criticables también, por su carácter no solo aprovechado, sino también, en muchas ocasiones, boicoteador. Porque estas actitudes suelen ir acompañadas de reproches, descalificaciones o directa oposición a aquello que se proponen hacer las “protestonas”. En definitiva, son mujeres que optan por caerle bien al amo y, al mismo tiempo, con la boquita bien abierta, reclamar y zamparse el trocito de bienestar que consideran que les corresponde de la lucha de las otras, las que no son tan majas.
Es entendible que el feminismo debe repeler a cualquier mente conservadora —que por pura lógica aspira a conservar lo que hay—, puesto que el feminismo es una ideología esencialmente transformadora. Comprendo las dificultades de ciertas mentes para asumir el feminismo. De ahí a que el feminismo sea siquiera de izquierda y mucho menos radical… va un abismo. El feminismo es transversal, guste o no guste.
Entiendo también que hay muchos motivos por los que una mujer no quiera sumarse a los actos reivindicativos de este día, y de los demás días del año, en defensa de la igualdad entre hombres y mujeres. (No cuento a las que no pueden). Si tuviera que ordenarlos, unos me parecerían más atendibles que otros, pero en cualquier caso, todos son respetables. Cómo organiza su mundo cada persona es una cuestión personal y siempre respetable.
Pero lo que no me parece de recibo y quiero compartir hoy, es la descalificación de la lucha feminista, manipular la filosofía feminista con frases simplonas, bobas y tergiversadas, indignas de adultos supuestamente formados y con carrera (claro, que esto solo se supone), para, a continuación asumir todos y cada uno de los logros que se han conquistado en un camino que empezó hace más de dos siglos, que ha dejado mujeres exiliadas, represaliadas, encarceladas y asesinadas y que me ha permitido, entre otras cosas, estar escribiendo esto sin que constituya ninguna singularidad ni rareza además de permitirme esta somera lista de cosas con las que no nacimos ni mi abuela ni mi madre ni yo y que se han conseguido luchando: votar, trabajar, estudiar una carrera, disponer de pasaporte, mantener la disposición de mis bienes después de casada, divorciarme, decidir cuándo, cuántos y cómo iba a tener hijos, etc.
En definitiva, las que no vengan a ayudar y van luego a comer, que no estropeen (voy a tratar de ser elegante con las palabras hasta el final).
Buen día, este y todos los demás del año, de lucha.
(En la foto, Olympe de Gouges, guillotinada por ser la autora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana y ausente de mis libros escolares de historia. Vaya por Dios, qué despiste más tonto).